En mi escrito anterior hicimos una breve reseña relacionada con las alternativas laborales de las personas luego de concluir su formación universitaria, ello a partir de la educación recibida en nuestros hogares, colegios, universidades y, por supuesto, nuestro perfil, para construir las realidades que hemos soñado; al final, luego de la exposición de las opciones de vinculación laboral, emprendimiento y empresarismo, dejamos una pregunta abierta: ¿Qué competencias difieren en la persona entre una y otra alternativa, y cuáles serían comunes a las mismas?
Desde el punto de vista empresarial [vinculación laboral], comúnmente se han enaltecido competencias tales como la comunicación asertiva, el trabajo en equipo, la negociación y resolución de conflictos y el liderazgo entre otras, sin desconocer la existencia de otras competencias definidas a partir de los modelos estratégicos y de negocio de las empresas y del tipo de cargo al cual aspira la persona; desde el punto de vista del emprendedor se privilegian competencias tales como la organización, la disciplina, la perseverancia y la proactividad, y finalmente en el empresarismo quizás una combinación de las anteriores por aquello de que el empresarismo tiende a ser una combinación entre el emprendimiento y la empresa propiamente dicha.
Si partiéramos de la hipótesis de que lo anterior es cierto y aplicable a nuestro entorno,
- ¿Significaría ello que deja de ser importante la proactividad en el empleado?
- ¿Deja de ser importante la comunicación asertiva en el emprendedor?
- ¿Es permisible la diferenciación de competencias en relación con el tipo de ejercicio laboral que desempeñemos?
En una primera aproximación, y luego de haber hecho el ejercicio con distintas personas en diferentes momentos y lugares, sin una metodología académica rigurosa, hemos encontrado de manera predominante una clasificación que diferenciara el tipo de competencias esperado para cada ejercicio [empleo, emprendimiento y empresarismo], y en algunos casos hemos encontrado unas pocas competencias comunes para los mismos, conceptos que, como una primera hipótesis de mi parte, estarían arraigados a partir de la formación académica recibida y del tipo de decisiones que normalmente tomamos al momento de iniciar nuestro ejercicio laboral; asumimos nuestras hipótesis preliminares como ciertas sin hacer el ejercicio de análisis, evaluación y control que tantas veces se repite en el proceso de administración y gerencia, pero…, ¿Realmente son tan diferentes las competencias entre uno y otro perfil laboral?
Probablemente la respuesta puede estar orientada al hecho de que concluyamos, luego de algunas reflexiones propuestas, que todas las competencias deben estar presentes [primer elemento de diferenciación frente al hallazgo inicial], pero que el nivel de cada una sí debe diferenciarse entre cada uno de los ejercicios [justificación consciente que respalda nuestro cambio de posición], pero surge una nueva inquietud:
¿Sí deben haber distintos niveles de competencias para cada persona según la orientación y ejecución de su ejercicio laboral?
Si definiéramos la comunicación asertiva como la capacidad para establecer mecanismos efectivos de interacción directa con otros en los que éstos se constituyen en posibilitadores de relaciones constructivas a partir del respeto de las individualidades, o el liderazgo como un conjunto de acciones en los que la persona se constituye en un referente para los demás a través de una o varias características distintivas que promueven una orientación conjunta hacia el logro de resultados, o quizás la disciplina como una característica que nos lleva a cumplir necesariamente con una serie de responsabilidades independiente del tiempo, lugar y del impulso ocasional de incumplimiento frente a otras alternativas que resultan más atractivas…, ¿Podríamos concluir quizás que nuestra aproximación secundaria [distintos niveles de competencias], también debiera ser objeto de racionalización y quizás de un nuevo discernimiento?
Si tomamos nuevamente la definición de que una competencia se define como el conjunto de conocimientos, habilidades, técnicas y experiencias que debe tener una persona para el desarrollo exitoso de una actividad, ¿Sería correcto afirmar que en una y otra opción de ejercicio laboral el nivel de las competencias debe ser similar, y que los elementos de diferenciación deben obedecer más al rol que cada uno ejerce en la organización más que al elemento distintivo que entre sí deben tener los empleados y los emprendedores?
Ojo, esta es una pregunta muy importante porque a partir de su análisis podemos comenzar a considerar la modificación de algunos paradigmas que nos han inducido a definirnos como “empleados” o “emprendedores”, y que se han constituido en barreras que nos impiden iniciar acciones que nos lleven a conseguir lo que creemos que queremos y/o nos merecemos.
Ser empleado o emprendedor trasciende a la caracterización de las competencias en sí mismas, y se ubica más en el plano de aquello por lo que realmente anhelamos y de la capacidad que tengamos para tomar la decisión de modificar nuestro rumbo laboral con el fin de alcanzar nuestros sueños, asumiendo inmediatamente las obligaciones que nos demanda esta nueva posición.
A partir de lo anterior se me ocurren dos preguntas que son válidas: ¿Qué es mejor?
1) ¿Recibir un pago quincenal o mensual aunque algunos estudios hayan demostrado que cerca del 85% de los empleados están insatisfechos en su trabajo, pero que se quedan en el mismo porque no hay oportunidades?, ó 2) ¿Mantener una aventura de emprendimiento porque es el sueño que tenemos, aunque en ocasiones no estemos dispuestos a asumir los compromisos que ello demanda?
Estas son inquietudes que intentaremos discutir en mi próximo escrito.