Tomar la decisión de separarse implica un análisis exhaustivo tanto de las situaciones conflictivas como agradables que se viven con la otra persona, de las consecuencias que esta decisión podría traer y de las emociones que la convivencia o su ausencia podría generar, entre otras cuestiones, que hay que revisar con mucho detenimiento para que se pueda tener claridad frente a las implicaciones que dicha decisión conlleva.
Para empezar, hay que tener presente que cuando se decide iniciar la convivencia en pareja se parte de una mutua decisión, donde cada uno se comprometió a desarrollar este proyecto de vida a partir del conocimiento que se tenía de la otra persona y de sí mismo. A esto se suma que la relación genera satisfacción, amor y placer entre otras emociones, que hacen más atractiva la convivencia. Sin embargo, con el paso del tiempo se crea un estilo de relación rutinario (que no significa aburrido, sino predecible) y que inevitablemente trae cambios, cuestionando los paradigmas de la pareja e invitando a replantear cómo seguir creando camino con la otra persona.
A medida que se madura en la relación y se aprende a convivir con la pareja, no ya desde la ilusión, sino desde el deseo de crecer juntos, muchas personas comienzan a cuestionarse el para qué se convive y se asustan ante los cambios que han tenido, añorando la vida que dejaron atrás. En este punto es muy importante reconocerse como un sujeto que ha madurado y que tiene otras perspectivas de vida, de esta manera se aceptarán los ajustes que han tenido ambos como un proceso natural y esperado.
Sin embargo, es muy común que los miembros de la pareja comiencen a sentir con el paso del tiempo que la persona que eligieron ya no es la misma y que por tanto no satisface las necesidades de afecto, seguridad, compañía, etc…, que inicialmente se buscaba, aunque tampoco se han dado cuenta que ellos/ellas también han cambiado y sus intereses son otros, correspondientes a la etapa del ciclo vital que están atravesando. En este punto es cuando vale la pena reconocerse como personas que han crecido, como todo ser vivo, por tanto los sueños, proyectos y por supuesto la pareja también tiene que hacerlo, permitiendo así que se genere un proceso de acomodación y adaptación a lo que son ahora que se está evaluando la relación.
Una vez se ha pasado por ese proceso de adaptación, retomo lo que publiqué en el blog anterior, no importa que el sentimiento se haya transformado, ahora en esa etapa hay que darle paso a la aparición de otro tipo de deseos que pueden ser suscitados con plena consciencia y que darán lugar a la tolerancia, el apoyo, el cariño y el deseo de construir un proyecto común que le dé sentido a la vida de ambos.
Igualmente es importante resaltar la importancia que tiene para los hijos aprender de sus padres la superación de dificultades, la negociación, la constancia y el empleo del amor como una decisión que lleva a creer en las personas y que le da a la relación el pegamento necesario para que ésta sea más agradable y significativa.