Las mujeres hemos tenido un creciente protagonismo en las últimas décadas al incursionar en los campos laborales, políticos, económicos, sociales, entre otros, que antes eran exclusivos de los hombres. Sin embargo, y a pesar de la ganancia que esto nos ha significado, seguimos preguntándonos por qué seguimos siendo discriminadas por factores superficiales como la contextura de nuestro cuerpo, las marcas de ropa y accesorios que lucimos, o por factores aún más significativos como nuestra profesión u oficio, siendo consideradas en algunos contextos laborales como de segunda categoría, queriendo significar con esto que el trabajo femenino debería circunscribirse a ciertas condiciones dictaminadas por los imaginarios de género que primen en la sociedad. Estas discriminaciones nos intentan devolver a la posición anticuada de objetos de adorno, donde debía la mujer lucirse para ser valorada y tenida en cuenta  en los círculos sociales, pero eso sí, poniéndose en duda para algunos la riqueza de nuestro razonamiento y nuestras experiencias.

¿Qué pasa con algunas mujeres que todavía juegan a ser modernas pero se dejan esclavizar por los caprichos de las modas y de los deseos de los otros, bien sea personas o mandatos sociales?

¿Qué pasa para qué, a pesar de nuestro desarrollo profesional, todavía encuentre en  mi consulta mujeres sintiéndose culpables por sus logros personales, pero a costa del sacrificio de un tiempo tan valioso como el de estar con amigas, familiares y aún consigo mismas?

¿Hasta cuándo las mujeres seguiremos haciendo nuestras vidas aburridas y sobrecargadas, despojándonos de las delicias de la conversación emocional e inteligente con otras personas, para dedicarnos ya no sólo al cumplimiento de los deberes profesionales y familiares, sino también a cumplir con unos estándares sociales de desempeño que niegan nuestra esencia de servicio y capacidad de compromiso con otras personas?

Me he encontrado a lo largo de mi ejercicio profesional con mujeres de diferentes procedencias sociales, edades, profesiones y oficios, y con todas ellas he descubierto la inquietud de cómo ser mejor para…? Llámese compañero sentimental, jefes, familiares, hijos, como si lo que estuvieran haciendo no fuera suficiente para sí mismas, sino en función del ojo crítico de las personas que las rodean.

Considero que es necesario que cada una de nosotras rescate sus intereses, viva coherente y éticamente bajo sus principios, pero que también comprenda la importancia de  establecer una postura crítica ante las corrientes de pensamiento posmoderno que nos exige hasta el cansancio, pero que también limita nuestras actuaciones si no encajamos en el estereotipo que socialmente prime.

Es hora de ir de encontrándonos y vivir auténticamente, gozando los momentos que Dios nos regala a diario y gozar de nuestras potencialidades por el sólo hecho de  ser nuestras.

Las mujeres hemos tenido un creciente protagonismo en las últimas décadas al incursionar en los campos laborales, políticos, económicos, sociales, entre otros, que antes eran exclusivos de los hombres.