Las dinámicas en los procesos de formación que inician en la temprana edad y continúan a lo largo del tiempo han cambiado, situaciones que indefectiblemente están generando impactos en los resultados que en nuestro ejercicio laboral estamos en capacidad de presentarle a nuestros grupos de interés y que, independiente de nuestro campo de acción, debieran derivar sin excepción en el trabajo bien hecho para promover estados de competitividad.
Es claro que todo aquello que en un comienzo no se corrige genera impactos negativos en el futuro. Hace muchos años eran muy importantes en el proceso de formación escolar el abordaje, entre otras, de dos áreas del conocimiento: i) Escritura, ii) Matemáticas. La primera alimentada por una disciplina lectora que arrojaría como resultado un mejoramiento en ésta para derivar en la excelencia en la ortografía, la escritura y la correcta redacción; la segunda como insumo para el fortalecimiento de un pensamiento lógico analítico capaz de brindar las herramientas necesarias para afrontar los retos que demandara el contexto en el que nos desenvolviéramos. El transcurrir del tiempo nos muestra que estas dos áreas del conocimiento se han deteriorado, cuyos impactos se observan en nuestra cotidianidad.
Una de las mayores preocupaciones del proceso pedagógico actual debiera centrarse en el hecho de retomar la lectura, escritura y el fortalecimiento del pensamiento lógico matemático, ello como insumo fundamental para el mejoramiento en los resultados esperados por nuestros grupos de interés.
Es posible que muchos de quienes ejercen la docencia se muestren tolerantes con un escrito, con faltas ortográficas, argumentaciones inentendibles, o en el caso de los números, la respuesta fría al lado de la pregunta sin explorar el origen de la misma a partir de un desarrollo que en la hoja simplemente no aparece [¿Cómo sabemos que el aprendiz realizó el ejercicio o simplemente copió la respuesta del libro o de su compañero?]; se termina asignando una nota como resultado de lo que se dice olvidándose del cómo se dice. Esta práctica ha generado impactos en los procesos de raciocinio de nuestra juventud, de los neo-profesionales y, por supuesto, en los resultados del trabajo realizado.
Se afirma que la masificación del computador, en el que los correctores ortográficos [en la escritura], y las hojas de cálculo [en las matemáticas], son el origen del problema, sin embargo ello se constituye en una circunstancia tecnológica que lo agravó; aquí hay una corresponsabilidad en la consecuencia:
i) Del originador del insumo [producto escrito y/o resultado matemático], porque hay un desinterés latente por el deseo de corregir los errores o por recorrer el camino difícil del paso a paso en el procedimiento matemático
ii) Del evaluador del resultado por su permisividad a través de la aceptación de un mal escrito en ortografía, pobre en vocabulario y deficiente en redacción;
en el caso de los números, la masificación y tolerancia en el uso de las hojas de cálculo desde temprana edad como reemplazo del ejercicio y del raciocinio mental [recordemos que el proceso de aprendizaje tiene cuatro etapas: [i) Incompetencia inconsciente, ii) Incompetencia consciente, iii) Competencia consciente y, iv) Competencia inconsciente], en el método actual normalmente se llega a la tercera etapa…, la competitividad exitosa obliga a la cuarta etapa e incluso una quinta, el auto-aprendizaje.
En el pasado, y aquí tomo respetuosamente una frase que leí de Oscar Collazos [escritor, periodista, ensayista y crítico literario colombiano], en un escrito de 2007, “…, alguna vez escribí que mi generación había sido educada en el respeto a la escritura y la caligrafía correctas. Una falta gramatical tenía la misma gravedad que un mal examen en matemáticas.” Hoy no es así, las dinámicas han cambiado y los impactos se ven en el campo profesional [claro, desde antes se observan pero, como indiqué, hay un marcado desinterés en abordarlos desde el comienzo con soluciones coherentes y contundentes], situación que deriva en problemas de competitividad tanto de las personas como de las organizaciones con quienes éstas están vinculadas, bien sea bajo un esquema laboral formal, en una economía informal, o como emprendedores.
Este desinterés afecta el fortalecimiento de competencias [conjunto de habilidades, conocimientos, técnicas y experiencias], necesarias para la práctica exitosa de nuestro ejercicio laboral, tales como la i) Comunicación, ii) Orientación al logro y, iii) Efectividad, entre otras, o algunos comportamientos como i) Disciplina y, ii) Organización, o un poco más allá, en la motivación y el compromiso como insumos para promover mayores niveles de contribución [la proactividad], que aporten en la generación de valor, que a su vez se materializa en la atención de las necesidades de nuestros grupos de interés, y de ahí el asentamiento de los principios para promover la competitividad.
Alguna vez le escuché a una persona indicar, “Cuando se encuentra un error en un escrito, hay una posibilidad casi del 100% de que se encuentre otro error”, situación que genera una consecuencia inmediata, la duda, y en el mediano y largo plazo la desconfianza y afectación en la credibilidad. Si estas dos características se presentan, ¿Cómo vamos a estar seguros de que efectivamente estamos presentando los mejores resultados posibles [condición de excelencia], y no los mínimos necesarios?
A propósito de este último planteamiento, comparto la última sección de La Carta a García, que permite generar un cierre a propósito de las situaciones enunciadas.
– ¿Qué hay…?
– Señor director, ayer fue nombrado X para ocupar la vacante de Z, y X es 16 años más joven que yo.
El director le interrumpe:
– ¿Quiere usted averiguar la causa de ese ruido?
El empleado sale a la calle y regresa diciendo: – Son unos carros.
– ¿Qué llevan? (pregunta el director)
Después de una nueva salida el empleado vuelve diciendo: – Unas bolsas.
– ¿Qué contienen las bolsas? (pregunta nuevamente el director)
El empleado hace otro viaje a la calle y vuelve diciendo: – No sé lo que tienen.
– ¿A dónde van? (pregunta nuevamente el director)
Cuarta salida del empleado y responde: – Van hacia el este.
El director entonces llama al joven X y le dice:
– ¿Quiere averiguar la causa de ese ruido?
El empleado X sale y regresa cinco minutos después manifestando:
– Son cuatro carros cargados con bolsas de azúcar, forman parte de las quince toneladas que la Casa A remite a Mendoza. Esta mañana pasaron los mismos carros con igual carga. Se dirigen a la estación Catalinas; van consignados a…
El director, dirigiéndose al empleado antiguo le dice:
– ¿Ha comprendido usted?
Dado lo anterior, algunas de nuestras responsabilidades como empresarios promotores del fortalecimiento organizacional están orientadas a promover la generación de espacios a través de los cuales se busque la transformación de empresas en sistemas organizacionales en aprendizaje permanente en los que la gestión del conocimiento, el fortalecimiento integral del talento humano y los mecanismos de respuesta que las organizaciones le puedan brindar a sus equipos de trabajo se constituirán en el motor que permitirá el desarrollo de nuestra sociedad y la evolución hacia estados en los que el ser competitivos sea la norma y no la excepción.